Los desastres naturales no son extraños para los puertorriqueños. Por su ubicación, Puerto Rico es vulnerable a huracanes, terremotos, fenómenos asociados al cambio climático, y no olvidemos los desastres causados por la mala planificación o la negligencia humana.
Debido a la topografía de Puerto Rico no son inusuales las inundaciones y deslizamientos de tierra en la zona montañosa central que pueden dañar carreteras y aislar comunidades enteras, sin mencionar los daños a viviendas y cultivos.
Para varias generaciones de puertorriqueños el Huracán María marcó un antes y un después en nuestra memoria colectiva cuando este huracán llegó a Puerto Rico el 20 de septiembre de 2017 con vientos de 155 millas por hora. Todas las islas que componen el archipiélago de Puerto Rico quedaron sin servicio de energía eléctrica, siendo este el apagón más grande y extenso en nuestra historia. Además, la mayoría de los hogares y comercios quedaron sin suministro de agua potable. Los días, meses y años que pasaron pusieron a prueba la voluntad y resiliencia de todo un pueblo para recuperarnos de ese desastre.
La pandemia del COVID-19, seguida de los terremotos que afectaron varios pueblos del sur de la isla a finales del año 2019 y principios del año 2020, nos recordaron que, Puerto Rico no solo debe estar atento a los huracanes.
Todos estos peligros requieren que la sociedad puertorriqueña se mantenga alerta, educada y preparada.
Resiliencia
Cuando hablamos de preparación debemos pensar en resiliencia, la capacidad que debemos tener para enfrentar o recuperarnos de situaciones difíciles o traumáticas.
La resiliencia, tanto en los individuos como en las sociedades y sus gobiernos, debe ser desarrollada y mejorada continuamente. Es la única manera de enfrentarnos a situaciones de manera natural con calma y objetividad. Esto incluye informarnos, entender correctamente los peligros y situaciones para poder preparar los planes que debemos seguir cuando se presenten situaciones de emergencia.